La sexualidad, un derecho de todos
He recibido muchas cartas que muestran un verdadero interés sobre el tema, algunas veces con vergüenza y otras con preocupaciones. Una de ellas, la de Pedro, planteaba la molestia porque los hijos no veían con buena cara sus aventuras y noviazgos. Al final de la carta me preguntaba algo que me ayudó a pensar y darle título a esta nota: “…porque Doctor, al fin y al cabo, ¿la sexualidad no es un derecho de todos?”
La palabra derecho me parece muy importante, cuando hablamos de adultos mayores, ya que nos indica la necesidad de que nuestra sociedad no se maneje con prejuicios o por falsos conocimientos. Por esto hoy quisiera plantearles algo más sobre este tema, con el fin de despejar los creencias erróneas que existen en nuestra sociedad y en que medida afectan, atemorizan e inhiben el desempeño de los adultos mayores.
Master y Johnson, dos famosos sexólogos norteamericanos, planteaban que las personas mayores debían luchar contra una falsa creencia, la cual considera que “la incompetencia sexual es un componente natural del proceso de envejecimiento”. Esta creencia limita el acceso a la sexualidad por el temor a fracasar, a considerar que ya no es correcto, que puede ser enfermizo o perverso, así como también se vuelve un freno a la posibilidad de reestablecimiento o incluso, cuando existe un trastorno físico o psicológico, de curación. Los mismos autores señalaban que muchos de sus pacientes habían ido a curas, rabinos, médicos o psicólogos y que habían recibido como respuesta “es lógico a su edad”. Sin embargo a través de una terapéutica específica podían volver a disfrutar de la sexualidad.
Otro punto importante a considerar es que para corregir las falsas creencias resulta necesario comprender los procesos psicofisiológicos que intervienen en la sexualidad y sus cambios en el envejecimiento.
Desde los 50 años se suceden cambios marcados en el hombre por un enlentecimiento general de los procesos ligados a la sexualidad. Tanto la erección, como la descarga seminal van a llevar más tiempo, lo que no implica que esto sea problemático, por el contrario a veces ayuda a la pareja a darle más tiempo para llegar al orgasmo. Pero si este mayor tiempo es visto como una limitación esto puede generar a un retiro anticipado por miedo a no poder o como se dice habitualmente por miedo al papelón.
En la mujer también se suceden cambios que inciden sobre su sexualidad. Por ejemplo hay menor secreción vaginal, lo que requiere el uso de lubricantes y lavados ya que la secreción natural previene infecciones; por otro lado las paredes de la vagina son más finas, lo que puede producir, en algunos casos, que haya más dolor o incluso calambres. La vagina, dice Virgina Johnson, es un espacio potencial y no actual es decir que de no haber una adecuada y afectiva estimulación sexual las paredes de la misma podrían colapsar. Por ello se señala que las mujeres que tienen relaciones sexuales o, aun más, que se masturban mantienen en mejor estado su aparato genital.
Es importante que la pareja se comunique más que nunca, que puedan ir más allá de la vergüenza, y se animen a probar, a sentirse con todo el cuerpo, con las palabras y con todas las sensaciones posibles. Quizás el acto sexual ya no sea tan automático como antes, pero esto lo vuelve más amoroso y conciente.
En fin, el significado de la sexualidad en las personas mayores puede ser visto de muy diversas maneras y dos grandes gerontólogos como Butler y Lewis (1980) lo describen así:
- el amor y la sexualidad pueden representar la oportunidad de expresar pasión, afecto o admiración;
- es una afirmación del propio cuerpo, como lugar de goce, cuando para algunos el cuerpo aparece como un lugar de quejas y molestias;
- brinda un fuerte sentido de si y de valorización personal.
- es una protección contra la ansiedad y los miedos;
- es el placer de ser tocado, mimado, querido;
- en fin es una afirmación de la vida.
Por lo tanto creo que la sexualidad es un derecho y ninguna sociedad puede condenar a nadie por ejercerlo.