Psicología y Asesoría en Mediana Edad y Vejez
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Honrar la vida a los ochenta

Por Juan Pablo Eijo

Las Abuelas del Corazón reparan juguetes y los entregan a niños carenciados; Edgardo Ribot, arrancó en el tenis a los 50 y hoy es número 1 del ranking en categoría +80; Papelnonos, agrupaciones de adultos mayores para quienes la vida es una fiesta. Testimonios de una vejez activa y con proyectos.

Nos muestran sus arrugas, pero nada se dice de la sabiduría que guardan. Se les reniega que caminen torpe y lento, pero nunca reparan que hubo un largo trayecto. Se juzga que son tristes y aburridos; que están siempre enfermos; que se ven algo feos. Y nadie es capaz de mirar lo de adentro. Historias de la tercera (o cuarta) edad que contradicen los prejuicios y nos invitan a pensar que otra vejez es posible; que nuestros queridos viejos -que llevan en el cuerpo la suma del tiempo- tienen todavía mucho para dar y disfrutar.

Era mediados de 1998 cuando Ricardo Escribano sufrió un infarto y todas las abuelas rezaron. Él decía que había subido, pero que Dios no lo quiso arriba. Y si Dios le permitió seguir con vida, entonces tenía que hacer algo. Y un día preguntó: ¿Por qué no reparamos juguetes y se los llevamos a los chicos de los hospitales y comedores?, y todos los abuelos y abuelas del Centro de Jubilados y Pensionados General Madariaga de Lanús, donde él era presidente, miraron con asombro. “Pero el poder de convicción de mi esposo era tan grande, que empezamos sin tener nada, juntando juguetes y peluches de amigos, vecinos y familiares”, relata Lidia Álvarez, 79 años, mientras las Abuelas del Corazón arreglan la mesa para la pausa obligada del café.

La primera entrega fue en el Hospital Garrahan, a chiquitos con cáncer. Cuando llegaron, las autoridades del hospital no entendían qué hacía allí un grupo de abuelos con regalos y los derivaron de un lado a otro. Finalmente los autorizaron y los chiquitos sintieron mucha alegría al verlos. “Dentro de su desgracia, estaban felices. Esas caritas nos mostraron el camino. Luego salimos en televisión y empezaron a llover juguetes, peluches, muñecas. Y así empezó todo. Las abuelas se llevaban los peluches a sus casas, los lavaban en el lavarropas y los colgaban en sus terrazas”, cuenta Lidia, referente de este grupo de abuelas que llevan reciclados y entregados más de 40 mil juguetes y cientos de bolsas de ropa en sus 17 años de labor solidaria.

Cada abuela tiene su tarea y cada cosa tiene su lugar: tela rayada, tela a cuadros, elásticos e hilos; ropa limpia, ropa sucia, ropa para clasificar. Todo está organizado con el detalle y la paciencia de una abuela. “A las muñecas primero las tenés que lavar, cepillar, limpiar el pelo con shampoo. Luego va al taller y las chicas le hacen la ropita y las peinan. Lo importante es que estén limpitas, vestidas y con bombacha”, remarca Valentina y enciende las risas. Con todo lo recibido y reciclado, las Abuelas del Corazón arman bolsones según la cantidad de nenes y nenas de cada institución. “Todo lo fuimos aprendiendo. Nosotras no sabíamos nada de esto”, confiesa Lidia mientras recorremos la pieza donde cientos de juguetes esperan apilados recobrar la magia en las manos de un niño.

Las Abuelas del Corazón llevan juguetes donde la necesidad abunda. Un día fueron a un comedor de González Catán y era el cumpleaños de una nena. La mamá había llevado a la nena y a sus hermanitos al comedor porque eran muy pobres. “Me dijo ay abuela, qué lindo, estoy recibiendo el regalo de cumpleaños, mi mamá no me pudo comprar. Entonces le elegimos lo mejor que teníamos”, recuerda Lidia y apunta que incluso han llevado a Misiones, a dos escuelitas rurales. “Íbamos con la camioneta y subíamos a los chiquitos que salían de las plantaciones de tabaco. El colegio era todo de maderas rotas. Les dejamos ropa, juguetes, zapatos”, enumera esta abuela de mirada bondadosa y exclama, como uno de sus mayores anhelos: “¡Qué lindo sería que todos podamos compartir algo!”

El envejecimiento de la población es una tendencia de nuestras sociedades. Mientras que en 1950 las personas de la tercera edad no llegaban al 8% a nivel mundial, en 2050 se estima que superarán el 22%. Esto se debe, por un lado, a la disminución de la tasa de natalidad, y por otro al incremento de la esperanza de vida. En Argentina, según datos de la OMS, en el período 1990-2012 se incrementó en promedio 3 años, llegando a los 76, y se proyecta que para 2030 alcanzará los 80. En este contexto, el desafío parecería ser la calidad de vida de los adultos mayores, que puedan vivir esos años con actividades, independencia y bienestar. De ahí la importancia de erradicar prejuicios, mitos e imágenes que conforman estereotipos negativos sobre esta etapa de la vida.

En este sentido, el Doctor en Psicología y especialista en Gerontología, Ricardo Iacub, sostiene que “si bien se empiezan a ver imágenes de disfrute y oportunidades de desarrollo, la vejez todavía sigue asociada a un momento no muy grato de la existencia. En la conciencia social todavía hay un núcleo duro de representaciones que expresan cierta antipatía y la asocian a la fealdad, la enfermedad, la decadencia. Son narrativas que todavía están fuertemente instaladas”, observa este docente al frente de la cátedra de Psicología de la Tercera Edad y Vejez de la UBA, y explica que “las imágenes negativas contaminan las posibilidades de desarrollo de las personas, juegan un papel en la lucha por no ser ese viejo que se nos representa y que los puede llevar a lugares no muy felices”.

El maestro del Drop Shot

Edgardo Ribot me recibe en su departamento con una sonrisa de oreja a oreja y una foto que rescató de sus diez años, con la formación del equipo de fútbol del barrio donde destacaba por su despliegue en el centro del campo. “Jugábamos a la pelota siete horas diarias. Haber hecho deporte toda mi vida es clave para entender mi presente”, dice este hombre platense de 84 años, arrellenado en el sofá con equipo deportivo y zapatilas Nike. Con el tiempo, a esas condiciones naturales le sumó una estricta disciplina y una serie de cuidados que irá develando a lo largo de la charla, para llegar a convertirse en el número 1 del ranking nacional de tenis sénior +80, un deporte en el que incursionó recién a los 50 y que hasta entonces, lo dice y lo repite: “No tenía la menor idea de lo que era un grip”.

Todo lo fue aprendiendo de a poco. Edgardo Ribot se define como un jugador estudioso amante de la técnica. Hasta el momento de esta entrevista -cuenta y pide chequear la computadora- estuvo viendo videos y analizando cómo saca una tenista nueva. “Por internet se pueden mejorar todas las jugadas: cómo sacar, cómo jugar plano, cómo mover las piernas. El tenis es como bailar clásico, es todo corporal”, compara este tenista de larga trayectoria que se ubica más cerca de Federer que de Nadal -“respetando las distancias”- y cuyo golpe principal es el Drop Shot: “Hay veces que gano un game con cuatro Drop”. Este año ganó dos de los cuatro torneos que jugó y lleva 340 puntos de ventaja sobre el segundo. “Y acá no hay tutía -asevera tanteando una pila de hojas sobre la mesa del living de su casa-: Tengo toda la documentación acá”.

El entrenamiento de este deportista de 84 años consiste en hacer físico todas las mañanas: bicicleta, elástico, un poco de Yoga. Practicar seis veces por semana: los martes tiene profesor y los viernes y domingos juega partido; los lunes, miércoles y jueves hace frontón, saque y volea. Pero la base fundamental de su físico, revela, es tomar un vasito de aceite de hígado de bacalao todas las mañanas. “Lubrica las articulaciones, mejora la piel y la vista y favorece el funcionamiento de todos los órganos, incluido el órgano sexual”, apunta con mirada pícara Edgardo Ribot, se disculpa y atiende un llamado para una nueva entrevista en la semana. Corta y agrega que a todo lo anterior le suma una alimentación sana y natural, un buen dormir, un poquito de vino, nada de sal y nada de azúcar.

Ribot siente que la vida no es a los veinte, ni a los treinta, ni a los cuarenta: la vida es siempre. La vida es vida hasta el último día y debemos disfrutarla. “Dios me ha dado la posibilidad de estar bien y entonces yo lo aprovecho”, expresa este hombre mayor sólo por los años, que reboza de vitalidad y de proyectos (el año próximo será +85 y aspira a los primeros puestos del mundo) y que gusta de hablar con los jóvenes, enseñarles del tenis y de otras cosas, porque para él, la vida también es docencia: “Me gusta que lo que sé, lo que me ha mejorado como tenista y como persona, los demás también lo sepan”, dice Ribot con tono optimista y alegre y una sonrisa ancha que lo suscribe todo. “Tengo una vida plena -agrega-. La gente piensa que a mi edad no puede desarrollar una actividad. Se equivoca. La edad no es límite para nada”.

La OMS define el “envejecimiento activo” como “el proceso por el que se optimizan las oportunidades de bienestar físico, social y mental” durante toda la vida. Según el Censo 2010, en Argentina hay 5.725.838 personas mayores de 60, de los cuales solo el 1,5% vive en residencias de larga estadía. “Este número es muy bajo en relación a lo que está presente en el imaginario. Tendemos a pensar que hay ciertos lugares que son propios de los mayores. Aparecen las figuras de la lástima, la tristeza, el abandono. Otro prejuicio es que la pasan mal. Y la verdad que no es así”, señala Ricardo Iacub y defiende la necesidad de una vejez con ciertas andaduras sociales, “porque si no puede derivar en bajones no atribuibles a la edad sino a la falta de actividades o de proyectos verdaderamente significativos”.

Sueños de papel

Como todos los miércoles, en una sala central del Club Social y Deportivo Villa Sahores de la ciudad de Buenos Aires, se escucha un bandoneón de papel. José Ramós, un hombre calvo de semblante radiante, ensaya unos compases inmerso en el encanto de la melodía. Luego saldrá a escena una trompeta, un clarinete, un saxofón y un mirlitón de cartón. Entremedio, el grupo de adultos mayores ejecutan coreografías y breves actuaciones y cantan a viva voz: Por la vida que hoy tenemos yo quisiera celebrar/Nuestra historia la que hicimos la que haremos de ahora en más/No sólo es bueno mirar para atrás/También es bueno saber que aún hay más… Presenciar ese colorido número musical, es como una invitación a soñar y emprender un viaje de papel maché y brillantina.

Papelnonos es una Asociación Civil sin fines de lucro que nace en 1989 en Mar del Plata, cuando su creador, el músico y Psicólogo Educacional Jorge Strada, comienza a trabajar con un grupo reducido de personas de la tercera edad que interpretaba sus canciones. Más tarde se convertiría en teatro musical, con instrumentos artesanales -hechos a réplica con papel, cartón, pegamento y mucho amor-, vestimentas de colores y movimientos coreográficos. A partir del 2000, la experiencia se replicaría hasta alcanzar 48 formaciones en Argentina y traspasar las fronteras, llegando a Ecuador, México, Chile, Costa Rica y Australia. Su Programa Social, Educativo y Cultural, donde participan más de 3500 mayores, busca promover el envejecimiento activo y la inclusión social por medio del arte.

Como le ocurrió a Jesira De Nicolás, una bisabuela de 87 años que minutos atrás rasgaba la guitarra con la desfachatez de un rockero. Vivió toda la vida en el campo y se vino a Buenos Aires hace 25 años, tras la muerte de su marido y de sus padres. Hace 4 encontró a los Papelnonos y desde entonces empezó a tener otra vejez: con ilusión, con trabajo y cosas para hacer. “Que te aplaudan cuando vos nunca fuiste cantante ni bailarina, o que un chiquito te pida un autógrafo, son cosas muy hermosas”, siente esta mujer que encontró en Papelnonos un grupo de “maravillosos amigos” y una gran familia. “Somos gente grande que jamás hablamos de enfermedad ni de muerte. Yo estoy cerca de los 90 y vivo cantando y bailando y nadie tiene que hacerse cargo de mí. Soy una mujer feliz”, asegura.

Rita Croche, de 88 años, comparte que la alegría que da todo el programa de Papelnonos, por los contenidos, por todo el movimiento que tienen -presentación en teatros, instituciones, actos culturales- proporciona algo que vuelve diferente a la vejez. “Este insuflar energía y amistades y alegría, nos da una vitalidad que mucha gente nos dice ‘pero cómo es eso…”, cuenta esta mujer de pelo cobrizo y rostro rozagante minutos después del ensayo. En esta orquesta festiva de adultos mayores se ejercita la concentración, la memoria, el movimiento, el trabajo con las manos, la socialización. “Libramos una lucha contra la soledad propia y la de los demás. Nuestra ideología fundamental es dar y recibir afecto y alegría -sintetiza Rita-. Acá transformamos nuestra tristeza y encontramos nuevos motivos para vivir”.

Según se desprende de un estudio realizado a partir de un convenio entre FLACSO y la Secretaría de la Tercera Edad y Acción Social, cuando se les consultó a los adultos mayores qué lugar les gustaría ocupar en la sociedad, las respuestas más repetidas fueron las que apuntaban a poder ser de utilidad para los demás; servir como guías, consejeros, docentes; ser respetados, valorados e integrados. En sintonía con lo anterior, Ricardo Iacub considera que “los viejos nos pueden dar una perspectiva de la vida más amplia y más rica. Aportar el conocimiento de lo vivido. Y la vejez puede ser también una oportunidad vital para desarrollarse personalmente. Lo que a los viejos les pase es una enseñanza para todos, porque la posibilidad de una buena vida para los viejos genera optimismo para los que vamos llegando. Y lo haremos todos”, concluye Iacub.

“No acepten la soledad. Compartan con otros”, propone Rita Croche con profundo sentimiento en su voz. “Tenemos que ser capaces de dar y de recibir ternura. Llegar al último momento agradeciendo a la vida, habiendo podido superar tantas cosas dolorosas, siempre viendo una luz al final…”

Una luz que nos invita al encuentro. A vivir en plenitud cada día. A estar alegres. A honrar la vida.

Como lo hacen nuestros viejos.

09/12/2015 / Artículos, Blog

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