¿Existe el «amor mayor»?
Hasta hace poco tiempo, si hubiésemos tenido que responder esta pregunta, seguramente hubiésemos considerado que no o que, como dice la canción Años del cubano Pablo Milanés, “El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos, el amor no lo reflejo como ayer”. Supuestamente, la razón y el temor parecen limitar esta pasión. Sin embargo, esta apreciación tan extendida socialmente ¿es cierta?
Hoy sabemos mucho más sobre este tema, porque las personas viven más tiempo, las parejas no siempre son las mismas a lo largo de la vida, porque cada vez es más frecuente que los adultos mayores vuelvan a armar parejas, y no cabe ninguna duda de que esta posibilidad es muy positiva.
Quisiera contarles algunas novedades sobre este tema surgidas en diversos medios y en investigaciones que he llevado a cabo.
Hace poco tiempo, se publicó un artículo[1] de verdadero interés para nosotros, en el cual se relataban una serie de criterios, impresiones e investigaciones acerca del amor en el envejecimiento.
En principio hay una referencia, que considero muy importante acerca de la necesidad de contar con ejemplos sobre el “buen amor” en esta etapa de la vida, es decir disponer de imágenes positivas sobre el “amor mayor” tal como nos la transmitieron las películas “Elsa y Fred” y “Sol de otoño”. Estos ejemplos nos permiten soñar con esa posibilidad y no pensar que ya nada es posible. Soñar no es pura ilusión, sino poder llevarlo al punto de hacerlo posible.
Muchos investigadores actuales nos dicen que el “amor mayor” podría ser más satisfactorio que el de la juventud. Estudios llevados a cabo sobre el cerebro consideran que los mayores están en mejores condiciones para abordar las vicisitudes y cambios emocionales del amor y por ello disfrutarlo más.
Una de las experiencias que se relatan acerca de estas investigaciones nos muestran hallazgos sorprendentes revelados en tomografías cerebrales. Por ejemplo, se sometieron a personas de distintas edades a escenas positivas y negativas; las personas más jóvenes reaccionaron más ante las negativas y las mayores ante las positivas. Esto llevó a que el Dr. Gabrielli, director de esta investigación realizada en el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachussets, considere que el adulto mayor tendría una mayor complejidad en el modo de procesar lo negativo, pudiendo comprender mejor el punto de vista del otro, y por ello poder encontrar puntos de vista positivos.
Esta capacidad, propia de la “sabiduría”, permitiría, en lo que concierne al amor, poder rescatar lo mejor del otro y no sentirnos amenazados o ser demasiado críticos con lo que el otro no tiene ni puede.
Otro de los puntos que nos dan perspectiva en nuestra relación afectiva es que las cosas no duran para siempre, que se intenta por ello cuidar lo bueno y alejar lo negativo, tal como lo indica una importantísima investigadora Laura Carstensen, quien por otro lado señala que las penas de amor no se gritan y lloran como en la juventud. Esto personalmente lo he notado en personas que consiguieron una pareja de grandes y que cuando enviudaron lo viven de una manera más apacible y comprendiendo lo que ganaron con ella aun cuando sientan el dolor de la pérdida.
Las ilusiones de la juventud, de tenerlo todo, de ser el mejor, de que las cosas no terminen; suelen modificarse con el tiempo y hallar nuevas maneras de relacionarse con los otros desde un punto de vista más realista y positivo.
En una investigación que llevé a cabo, hallé que los adultos mayores consideraban que el amor era más auténtico. En general eran personas que habían tenido una pareja de jóvenes y, entre la mediana y tercera edad, habían conseguido otra. La autenticidad estaba relacionada con la sensación de querer al otro, no tanto por idealizaciones, sino por cuestiones más realistas. “El otro es como es y yo soy como soy”, me dijo una mujer, ”yo ya no tengo la ilusión de cambiarlo”. Sin embargo la necesidad de amor, de compañía, de afecto es fuerte y eso lleva a que las relaciones se construyan desde ese compromiso cierto y apoyo mutuo.
En fin otro prejuicio más que se va demoliendo y que nos permite saber que el amor puede ser MAYOR, de grandes.
[1] Zernike Kate “El verdadero tesoro de amar y envejecer” en The New York Times en español publicado por Clarín sábado 24 de noviembre de 2007.