En la vejez, también es posible disfrutar de la vida
Un especialista sostiene que la edad avanzada no debería ser sinónimo de enfermedad. Exhortan a cambiar la imagen que se tiene del anciano.
“Yo me planteo por qué a los viejos no les preguntan si se divierten, si la pasan bien. Especialmente en las residencias geriátricas, donde la pregunta tiene más que ver con si comió, si está sano, y no con el disfrute de vivir, que es una característica del erotismo”,opina el psicogerontólogo Ricardo Iacub.
De paso por Tucumán, donde presentó su libro “Erótica y vejez, perspectiva de Occidente”, Iacub, quien es asesor de la Dirección Nacional de la Tercera Edad, habló sobre la necesidad de cambiar la imagen del anciano, como sede de un cuerpo “instrumentalizado”, por la de un cuerpo “que se permite gozar”.
“Muchas veces, el cuerpo de los viejos empieza a ser instrumentalizado. Y el erotismo consiste en restituirlo a ese cuerpo como sede de placeres, de disfrutes”, dijo Iacub a LA GACETA.
– Usted abre el libro con una cita de “El amor en los tiempos del cólera”, de Gabriel García Márquez…
– Tanto ese libro como la película “Elsa y Fred” empiezan a hablar acerca de un deseo, de un erotismo que es posible en distintas etapas de la vida.
-¿Quién tiene que atender este mensaje?
-La sociedad entera. El Estado, desde la educación permanente en todos los ámbitos que tengan que ver con lo gerontológico. Si hay un tema que saldría barato, ese es el de la vejez. Porque se trata de un cambio de conciencia: poder pensar que los viejos encuentren disfrute, goce, no sólo a nivel de lo sexual genital, sino de los disfrutes cotidianos de la vida. En muchos países hay una dificultad para concebir al viejo como un sujeto de deseo. Se trata de poder empezar a pensar la vejez por fuera del drama y de la enfermedad. Es cierto que los viejos están más cerca de la muerte, pero esto no impide que una vida pueda ser disfrutable.
-¿Alguna vez en la historia hubo lugar para el erotismo en la vejez?
– De hecho, el pueblo judío viene de dos viejos. Abraham y Sara lo eran. Itzjak (Isaac) viene del verbo litzjok, que es reírse en hebreo. Porque la gente se iba a reír al pensar que dos viejos iban a tener un hijo. Y esta maravillosa risa de Sara da lugar a un hijo especial, uno de los patriarcas judíos. Esta mirada está en el Antiguo Testamento, sumado a aquello de que no es bueno que el hombre esté solo, lo que implica que alguien puede casarse a cualquier edad. Abraham, cuando muere Sara, se vuelve a casar. Y reaparece esta idea de la sexualidad como compañía, encuentro con el otro. Sin embargo, en la cultura grecorromana, de la que somos herederos, empieza a aparecer una mirada denigratoria respecto del erotismo en la vejez. Los dioses griegos no envejecían nunca. Y si los hombres envejecían, era por una maldición de los dioses.
-Usted hizo una campaña contra una publicidad de un banco que mostraba a dos viejos lidiando con la tecnología…
– A esa publicidad la paramos, y el banco se disculpó, lo que es una muy buena noticia. Pero estamos en un momento crítico. Por un lado hay discursos como el de la película “Elsa y Fred” o el de García Márquez, o el de “El hijo de la novia”, donde se engarza la voluntad de vivir con la sexualidad. Al mismo tiempo, hay un discurso negativo. Lo que pueden decir las películas y los libros es más fuerte que lo que podemos decir nosotros. Porque crean imágenes ideales desde las cuales podemos soñar. A nosotros nos falta una estética de la erótica en la vejez. Si vemos una pareja de jóvenes besándose en la plaza, nos parece linda. Si es una pareja de viejos, nos parecen ridículos.
-Desde el Estado ¿qué se puede hacer para cambiar las cosas?
-Creo que el Estado no debe perder su rol, pero que tiene que haber un contralor social. Muchos de nosotros pensamos que respetar a los viejos es cuidarlos. En realidad, respetarlos es darles su lugar como sujetos de deseo, de elección.
-¿Hay países donde los viejos constituyen grupos de poder?
-En el imaginario, los viejos no tienen peso. En la realidad, sí. La verdad es que muchos de los viejos son los que tienen más plata. Pero los viejos les piden a los hijos permiso para irse de vacaciones. Y otro tema son los juicios de insanía. Hay muchos mecanismos de control sobre los viejos: uno de ellos es: “si te portás mal, te interno en un geriátrico”. Y probablemente acepten. Una señora me decía: “¿qué querés, que les haga juicio a mis hijos? ¿Y después quién me viene a ver?” Muchas veces tenemos un criterio muy laxo acerca de si un viejo está demente o no. Si un joven se olvidó de algo, no pasa nada. Si un viejo se olvida, ya se cierne sobre él el fantasma del Alzheimer. Celebro que en los geriátricos tenga que haber, para entrar, un control similar al de los neuropsiquiátricos. La mayoría de la gente que está en un geriátrico no decidió entrar allí.
-¿Hay una estigmatización del geriátrico?
-Hay muchos geriátricos dignos. Muchas veces al viejo, si la salud le falla, le da miedo vivir en una casa. Y en un geriátrico se siente más seguro. Prefiero el centro de día, porque son lugares donde se entra y sale, no pierde la conexión con el afuera.